martes, 14 de febrero de 2017

Moral y disfraz

-Yo no soy bipolar... pero yo sí...- dijo poniendo voces y todos nos reímos.
Reírse de esas cosas nos relajaba un poco de la tensión acumulada durante horas. Nos lo permitíamos, aunque sabíamos que no era del todo correcto, aunque sabíamos que la tensión y mal humor nos iba a llevar a que la broma se convirtiera en realidad.
Ya teníamos dos caras públicas: la amable, para los que venían de fuera... porque no se merecían otra cosa que comprensión; y la cara pseudosumisa, para aquellos que se creían por encima de nosotros.
Ninguna era real. Esa última sólo la mostrábamos a la pantalla del ordenador, cuando impostábamos nuestra voz más calmada. Aquella que sólo veían nuestros compañeros.
Y por ella nos permitíamos  esas bromas.

1 comentario:

  1. Yo creo, fíjate, que ponemos las caras al revés de como plantea tu texto. Cosas de ser bipolar con y sin pantalla.

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